Juan sin miedo era un niño que no tenía miedo. Juan le tocaba todas las noches el violín a su amada.
El padre salió gritando:
El padre salió gritando:
-Deja a mi niña en paz . El hombre muy airado se fue a su casa.
Cuando Juan llegó a su casa le preguntó el padre:
Cuando Juan llegó a su casa le preguntó el padre:
-¿Has traído los botones?
Juan contestó:
-¿Qué botones?.
El padre le dijo:
-¡Los que te mandé a buscar!
Dice Juan:
- Ahora mismo voy.
Cuando Juan estaba buscando los botones, se encontró a un hombre llamado Jorge y le dijo: - Hola, soy Juan sin miedo. Estoy buscando unos botones para mi padre.
Jorge le dijo:
- ¿Si te ayudo me das los pedrones que llevas en el bolsillo?
Jorge le contestó:
- Te llevaré a un lago a ver si te doy miedo.
Juan contestó:
- Vale, si me das un susto me podré quitar el castigo de mi padre.
- Vale, si me das un susto me podré quitar el castigo de mi padre.
Jorge le llevó a un lago pero tampoco le dio miedo nada. Jorge lo llevó a un castillo, que cuando llegaron parecía muy aterrorizado.
Jorge le dijo:
- Entra ahí a ver qué hay.
Juan le respondió :
- Vale, pero quédate con estos setenta y cinco regalos .
Cuando Juan entró no había nada dentro. De repente, un hombre llamado Periquito, se tiró por la chimenea, pero tampoco le dio susto.
Periquito dijo muy airado:
-Vamos a jugar a los bolos, ¿quieres?.-Vale, contestó Juan.
Juan ganó a Periquito, pero éste decía que no. Juan se fue a la cama para descansar un poco. Cuando se iba a acostar dijo:
- Señor, ¿eres tú?.
El hombre no contestó y como estaba muy frío, lo llevó a la chimenea para ver si le daba un poco de calor. De repente, saltó Periquito diciendo:
- No, soy yo. Yo no soy el señor.
Al final, Juan sobrevivió y Periquito se marchó sin las piernas. De repente, entró Jorge por la puerta y dijo:
Al final, Juan sobrevivió y Periquito se marchó sin las piernas. De repente, entró Jorge por la puerta y dijo:
- Tranquilo, Juan, que soy yo.
Juan repondió:
- Señor, ¿eres tú?. A ver cuántos años tengo.
Respondió Jorge:
-Tienes treinta
-Jorge, ¡eres tú!. Le contestó Juan.
-Tienes treinta
-Jorge, ¡eres tú!. Le contestó Juan.
-Sí, soy yo Juan.
Cuando Juan volvió a casa, el padre de Lidia le llamó y le dijo:
-¡ Ven, corre, Lidia se ha desmayado!
Juan le puso una bolsa en lo alto de la barriga y, por fin, estaba temblando.
Al final se casó con Lidia y supo lo que era el miedo.
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